28 Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,[e] los que han sido llamados de acuerdo con su propósito….
31 ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?33 ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.34 ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros.35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?...
37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.38 Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes,39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 8: 28, 31-35 y 37-39. NVI)
El amor de Dios genera vida plena y la posibilidad de una humanidad redimida. Para que este amor sea realidad en nosotros, Jesús nos invita a seguirlo como sus discípulos. Tal decisión debe verse reflejada además en que nos amemos unos a otros sin acepción de personas.
Oración sugerida:
Padre Celestial. Digo sí a tu amor, digo sí a tu voluntad. Digo sí a tu corazón. En el nombre de Jesús el Señor, amén.
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